Preguntándome qué es ser arquitecta, qué es ser artista.
Y respondiendo con otras preguntas, y respondiéndolas.
¿Qué es ser arquitecto?
Si arquitecto es el que hace arquitectura, entonces la pregunta realmente sería ¿Qué abarca la acción de hacer arquitectura? ¿Desde su pre-concepción, el primer ladrillo o la inauguración del espacio?
Arquitecto es el que tiene la colegiatura, entonces ¿el ser arquitecto se define jurídicamente por la capacidad de una firma? ¿de un reconocimiento legal?
A grandes rasgos, es un sistema de filtros para asegurar la calidad del espacio y su efecto en las personas, lo cual en la mayoría de obras se cumple, pero eso nunca asegura que las interacciones dentro del espacio sean agradables.
En la vida real, el arquitecto es el que puede crear espacios, que bajo las condiciones particulares de cada caso, resuelva y organice el tiempo. Sí, organizamos el tiempo en cajitas de aire, limitamos el vacío y reinterpretamos el espacio ya existente, basicamente.
Por lo tanto, me atrevería a decir que el ser arquitecto es el roce entre ambas definiciones: Por un lado, firmas el papel, trabajas y te presentas asegurando pulcritud, firmeza y responsabilidad como un ingeniero, y por el otro, trabajan los sueños que se sembraron como estudiante de arquitectura, de hacer un espacio cómodo y memorable.
Solo en ese hemisferio escondido puede vivir libre de ataduras el lado artístico de la arquitectura: pensar en la masa por la masa, en el equilibrio inmediato percibido sensorialmente en una composición, y sobre todo, la reencarnación de nuestras experiencias tempranas más profundamente tatuadas en el subconsciente, que han calado hasta el resultado presente de nuestros gustos inexplicables, y creo yo, indiscutibles.
Entonces, hasta aquí la pregunta se puede responder de esas dos formas.
También creo que hay una trampa en la común definición (y que puse previamente) de arquitecto como “organizador/ creador de espacio” porque la singularidad del arquitecto está en las herramientas y medios que utiliza para comunicar a los diferentes agentes de una obra, la idea del espacio. Y eso llevaría también a un punto ciertamente contradictorio: la pre-concepción del espacio es lo que hace al arquitecto ser un arquitecto, más que la arquitectura en concreto. De hecho, la pre-concepción es lo único que puede hacer, por lo tanto, no hacemos espacios en sí.
Y aquí surge otra pregunta: el arquitecto debe asegurar que sus ideas sean rápidamente montables en la realidad o puede y debe aprovechar el exilio utópico como creador de pre-espacios para retar la realidad?
Tal vez esas son dos opciones que diferencian las motivaciones de cada arquitecto, y en algunos casos van de la mano. De todas formas un arquitecto no podría dedicarse solo a la creación de conceptos, sería muy caprichosamente artístico de su parte.
Entonces,
Ser arquitecto es crear ideas de espacios desde motivaciones artísticas que atraviesan los medios técnicos. Y luego firmar una hoja.
En la parte artística (o estética) de la arquitectura también hay algunas cosas que me parecen cuestionables, como la homogeneización que causa lo aesthetic en los gustos y nuevas decoraciones.
Muchas de las decisiones estéticas del edificio son definidas por un moodboard curado por el algoritmo más que por una decisión humana y personal, el espacio ha cedido mucho a la comodidad, tanto que ha perdido el poder ser reconocido. Pero tampoco seré una Snob, debo admitir que hay algunos efectos positivos como el hecho de que se creen espacios bajo un lenguaje universalmente cómodo, más rápido y eficiente, porque existe un manual accesible en Pinterest con los links de cada producto.
¿Qué es ser artista?
No estudié arte pero soy artista, de hecho lo soy antes de ser arquitecta. Y esa es la diferencia más notable con el ser arquitecta: No existe un sistema de filtro que te otorgue el título de artista, y la definición de ser artista se concentra más en el proceso de hacer que en el resultado final, sobre todo hoy en día.
El ser artista es un proceso constante que no termina ni empieza con la entrega de una obra, como sería para el caso del arquitecto. Es una manera de crear mediante cierto tipo de sensibilidad, y el ser artista es su adaptación al trabajo. Esta manera de crear, por lo menos en mi caso, no tiene un momento ni lugar específico, suelo dejar que las condiciones del momento donde aparece la idea también influyan en el resultado.
Creo que en este trabajo constante no priorizo una pulcritud (general) sino descubrir tantas formas como pueda, y esto es principalmente porque así es como sobrevivo como artista con la presencia del internet.
El internet le ha sumado complejidad al arte, pero facilita el poder llamarse a si mismo artista, porque provee un espectador permanente y permite darle un lugar a las obras, que al publicarse se tornan “resueltas”.
Toda esta documentación que le permite al artista exponer su trabajo y volverlo consumible, prioriza la acción creativa del artista, que con los años y la acelerada digestión digital, se enfoca cada vez más en la mirada estéril y de primera reacción que tiene el espectador sobre la obra. Así como funciona un post viral en el explore de Instagram.
Adaptamos el arte a lo inmediatamente consumible porque así funciona el entorno donde se produce y consume.
Pero curiosamente, no se trata de la coalición del arte del internet y del arte del mundo físico. Por ejemplo, hay algunos temas que funcionan solo en un hemisferio y en el otro no. Hablar y profundizar sobre las redes sociales mediante piezas físicas observadas en una galería no tiene el mismo efecto que ilustraciones del mismo tema consumidas en internet.
En la dimensión de carne y hueso, el tema virtual se vuelve a veces muy insignificante, pero hablar de esa adicción en el espacio virtual es dar en el clavo.
Ser artista es la presentación del arte al mundo, es el canal que permite que el arte sea visto. A veces, en la práctica, ser artista no es más que decir que haces arte. Y es que en realidad solo para eso está el “ser artista”, no necesitas pasar algún filtro o tener la posibilidad de firmar un papel.
Hoy cualquier persona que publique su obra o documentación de la obra incompleta, puede ser artista. El espectador invisible de internet y la sensación de exposición le da a todos visibilidad. No existe una manera de controlar quien es artista y quien no, y de hecho, no importa.
No importa porque el ser artista es una corroboración de como te percibe el mundo más que una corroboración del arte en sí.
En comparación, ser artista y ser arquitecta.
En varias ocasiones me han dicho que uno es un plus para la experiencia del otro, y la verdad es que es completamente falso. Podría decir que es como tener dos novios que saben el uno del otro pero nunca podríamos salir los tres juntos porque siempre seré ligeramente distinta cuando estoy con uno y cuando estoy con otro.
Es doble chamba. No facilita las tareas, las complica, pero eso es divertido.
Para cada una soy una persona diferente y no me gustaría nunca poder combinarlas en lo mismo. Me gusta la arquitectura y me gusta el arte, cada una por separado y por razones distintas.
Nunca he sentido que compitan, son dos campos a los que accedo dependiendo de lo que busco en ese momento y honestamente, a veces creo que son solo una excusa para poder hacer la acción que más me gusta: dibujar espacios.
Pero no me interesa averiguarlo, porque mientras pueda hacerlo me sentiré divididamente completa.