El diseño, en cualquier escala, es una cuestión de captar sensaciones. Esto me lleva a pensar que la arquitectura puede tener resultados que se consideran inútiles, en el sentido de que no cumplen una función específica más que expresar algo: un recuerdo, una sensación, una comodidad o placer. Podría explayarme en esta idea con diagramas conceptuales, pero he decidido mejor contar dos experiencias en las que la arquitectura me ha parecido inútil:
Los recutecus
Desde hace un tiempo suelo dar varios paseos por Jesús María para tomar fotos de casas interesantes. Me gusta sentir que estoy conociendo mi territorio, me parece necesario conocer el distrito donde crecí antes de seguir conociendo el mundo porque es el espacio más cercano que tengo y ha determinado mis maneras de relacionarme, así como otros espacios de menor escala: primero la cuna, la casa, luego el nido, el colegio, el parque, etc.
La característica de las casas de esta zona es que sus fachadas son un menjunje de corrientes arquitectónicas (art decó, neocolonial, buqué, neoinca, etc), muy pintorescas y eclécticas, llenas de recutecus. Los recutecus son una variación peruana del ornamento, la escuché por primera vez de mi madre, que también es arquitecta, y la verdad es una palabra que sonoramente le hace mucho sentido a su significado. Los recutecus son tan atrevidos como ordinarios, en el estilo de las casas de Jesús María, es una manera de armonizar la fachada, dándole grosor al alféizar (como en la ventana volada) o textura a las cornisas para delimitar la composición.
Lo particular de estos es que aparecieron en una época de transición en la que se estaba dejando la ornamentación, entonces son ornamentos más “limpios” y minimalistas. Podríamos decir que son arquitectónicamente inútiles, y al mismo tiempo una pieza clave para la identidad arquitectónica de Jesús María.
La cadena de la puerta
Hace dos meses, mi papá compro una cadena de seguridad en la puerta, esas que se enganchan al marco y se aseguran deslizando el botón, a la cual no le encontré ninguna gracia porque: 1. No veo muchas posibilidades de que roben en el noveno piso y 2. Ya tenemos una perilla que cierra la puerta. Desde que la puso, me ha pasado varias veces el mismo tropiezo: meto la llave y cuando intento abrir la puerta, la cadena me detiene abruptamente. Era una molestia estúpida, hasta que un día me contó un recuerdo que le dio sentido a su decisión: la puerta de la casa de su infancia tenia la misma cadena, y era como una especie de costumbre de su familia dejar la puerta entreabierta con la cadena colgando. No necesariamente tiene un significado profundo; puede ser simplemente una forma de decir “ya vuelvo”, pero la cadena le ofrece un sentimiento de familiaridad, aunque sea inútil para evitar un robo.
El punto es que estas decisiones se pueden aplicar en otras escalas, y por motivos que son basados en recuerdos aleatorios y profundamente personales.
Y si para diseñar arquitectura, en vez de preguntarnos cuáles son las métricas correctas, nos preguntamos: ¿Cuales son esos hábitos con el espacio que nos vuelven más cercanos a nosotros?